Medio ambiente

Declaración de la Campaña Contra los Agrotóxicos y por la Vida en la Cumbre de los Pueblos durante la COP30

Campaña presente en la Cumbre de los Pueblos en Belém, Brasil denuncia la farsa de las falsas soluciones y anuncia que la agroecología es capaz de enfriar el planeta

Marcha Global pelo clima. Foto: Breno Ortega

De la página del MST

No cabe duda de que la crisis ambiental que vive hoy la humanidad tiene su raíz principal en el modelo de producción capitalista. La expansión sin límites de la producción y el consecuente avance sobre los bienes comunes de la naturaleza ya han provocado el rebasamiento del límite de 1,5 °C del calentamiento global y desencadenado desequilibrios en serie. Las víctimas de las inundaciones, deslizamientos, sequías, tornados e incendios son siempre las mismas: trabajadores y trabajadoras de las periferias urbanas y los pueblos del campo, de los bosques y de las aguas.

La crisis actual del capitalismo, cuyo último ápice fue la crisis financiera de 2008, ha orientado aún más el apetito de los mercados financieros hacia la naturaleza: el agua, la tierra, el petróleo y los minerales se han convertido en las mercancías más atractivas del mercado por las ganancias seguras que garantizan.

Al mismo tiempo, este mismo sistema propone soluciones para la crisis que el propio sistema creó, basadas a su vez en mecanismos capitalistas: asociar un valor de cambio y de especulación a los bienes de la naturaleza. Al fin y al cabo, de eso se trata cuando hablamos de los mercados de créditos de carbono y afines y, más recientemente, de la Taxonomía Sostenible Brasileña (Taxonomia Sustentável Brasileira, TSB) y del Fondo Bosques Tropicales para Siempre (Tropical Forest Forever Facility, TFFF).

Nada podemos esperar de una COP compuesta por gobiernos capturados por las empresas transnacionales que se lucran con la extracción de las riquezas de la naturaleza. La presencia de ejecutivos de Syngenta, la mayor vendedora de agrotóxicos en Brasil, en la delegación oficial de Suiza nos dice todo lo que tenemos que saber. El patrocinio de otra gigante de los agrotóxicos — Bayer — y de la transnacional de comidas ultraprocesadas — Nestlé — al principal espacio destinado a debatir la “agricultura sostenible”, así como la amplia participación de CropLife en los espacios oficiales, no dejan dudas: de ahí no saldrá ninguna solución seria.

Los pueblos en lucha, por el contrario, son la única esperanza de soluciones que realmente enfrenten las raíces de la crisis ambiental y climática.

Hoy los agrotóxicos son la columna vertebral del agronegocio, un sistema responsable del 74% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil. Son los agrotóxicos los que viabilizan los extensos monocultivos que destruyen la biodiversidad y contaminan a las comunidades y territorios tradicionales. En 2024, solo la soya ocupó 46 millones de hectáreas, casi la mitad de toda el área cultivada del país. Además, cada día aumentan las denuncias sobre el uso de agrotóxicos como arma química para la deforestación o incluso para la contaminación intencional y la expulsión de comunidades de sus tierras.

El movimiento contra los agrotóxicos y por la agroecología viene demostrando desde hace décadas que es posible producir alimentos saludables para alimentar a la población mundial y, al mismo tiempo, restaurar ecosistemas degradados. Semillas criollas adaptadas, bioinsumos, sistemas agroforestales, asociaciones de cultivos y manejo racional de pastizales son apenas algunas de las tecnologías campesinas capaces de convertir los sistemas agropecuarios en sumideros de carbono. Los pueblos de los bosques y de las aguas también han demostrado que es posible producir alimentos de calidad sin sacrificar los bosques o contaminar los ríos y mares.

La Campaña Contra los Agrotóxicos y por la Vida estará presente en la Cumbre de los Pueblos durante la COP30 en Belém junto con diversas organizaciones campesinas de Brasil y del mundo para denunciar la farsa de las falsas soluciones y anunciar que la agroecología es capaz de enfriar el planeta.

Para ello, exigimos:

La creación de mecanismos para garantizar zonas libres de agrotóxicos alrededor de áreas de producción agroecológica, tierras indígenas, territorios quilombolas y de comunidades tradicionales, así como de áreas de preservación ambiental donde se prohíba el uso de agrotóxicos en su interior y en los lugares que puedan llevar la contaminación hacia dentro de las zonas libres por el aire, el agua o el suelo;

El fin de todos los incentivos al uso de agrotóxicos, incluidas las exenciones de impuestos y crédito facilitado y, en especial, de los mecanismos de “enverdecimiento” del agronegocio, como la TSB, que habilita a establecimientos que utilizan agrotóxicos a recibir financiamientos “sostenibles”;

La creación de un fondo soberano para financiar la transición agroecológica, desvinculado de cualquier mecanismo de financiarización de activos de la naturaleza, gestionado con amplia participación popular y destinado exclusivamente a proyectos de conversión agroecológica en quilombos, tierras indígenas, comunidades tradicionales y pequeñas fincas de agricultura familiar;

La responsabilización de las empresas transnacionales en sus países de origen por los crímenes que cometen a lo largo de sus cadenas de valor, en especial por la contaminación química de las personas y de la naturaleza con sus productos; al colocar productos peligrosos en el mercado, las empresas asumen el riesgo de cometer crímenes y deben ser responsabilizadas independientemente de la comprobación directa de su acción;

La regulación internacional de los agrotóxicos, la prohibición inmediata de los agrotóxicos altamente peligrosos e incentivos globales para la transición agroecológica;

La implementación inmediata de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales (United Nations Declaration on the Rights of Peasants and Other People Working in Rural Areas, UNDROP) y, en particular, de los estipulado en el párrafo 2 del artículo 14: “Los campesinos y otras personas que trabajan en las zonas rurales tienen derecho a no utilizar ni estar expuestos a sustancias peligrosas o productos químicos tóxicos, incluidos los agroquímicos o los contaminantes agrícolas o industriales”.

Frente a la emergencia climática y a la captura de los espacios de decisión por los intereses corporativos, reafirmamos que solo la fuerza colectiva de los pueblos podrá construir un nuevo modelo de relación con la Tierra basado en la justicia social, la soberanía alimentaria y el respeto a los ciclos de la naturaleza. La agroecología no es solo una alternativa: es el camino concreto para garantizar el derecho a la vida, a la salud y al futuro de las próximas generaciones.

La crisis ambiental y social que enfrentamos no será superada por las manos de quienes la crearon. Solo la fuerza organizada de los pueblos del campo, de los bosques, de las aguas y de las ciudades puede romper con el modelo destructivo del capital y construir el futuro que necesitamos y queremos. Seguiremos en lucha contra el envenenamiento de la vida, por la soberanía de los pueblos y para enfriar el planeta. ¡Ni un paso atrás!

Campaña Contra los Agrotóxicos y por la Vida
Cumbre de los Pueblos, Belém do Pará, noviembre de 2025