Burkina Faso
Burkina Faso. Un fin de semana sangriento
Por Guadi Calvo
Resumen Latinoamericano
El fin de semana del viernes 23 al domingo 25 de febrero los grupos terroristas que operan en Burkina Faso, el Estado Islámico del Gran Sáhara y el Grupo de Apoyo al islam y los musulmanes (Jama’at Nusrat-ul-islam wal-muslimīn, JNIM) -tributario de al-Qaeda-, protagonizaron una serie de ataques simultáneos contra templos religiosos y bases militares, para lo que debieron movilizar a miles de muyahidines dando una muestra espeluznante de su poder de fuego.
Desde 2016 que comenzaron a llegar a Burkina Faso, las khatibas terroristas referentes de al-Qaeda o del Dáesh que desde hacía cuatro años asolaban el norte de Mali, se supo que habían llegado para quedarse y expandirse provocando miles de muertos, se estima entre veinte y veinticinco mil y millones de desplazados. Los terroristas protagonizan matanzas de civiles, numerosos secuestros, atacan pueblos, escuelas, mezquita e iglesias y también han asesinado a cientos de efectivos de las fuerzas de seguridad y del ejército con emboscadas y asaltos a bases y campamentos militares, lo que finalmente obligó a las autoridades a cerrar todas las escuelas en el norte del país.
En marzo de 2019 el misionero católico español César Fernández, que aparentemente había sido secuestrado en febrero cuando viajaba en cercanías de Djibo, apareció asesinado unos días después. En agosto de 2021 el gran imán de Djibo también fue secuestrado en una ruta y también aparecio muerto tres días después.
Pese a que hasta hace exactamente un año Burkina Faso tras un golpe de Estado, al igual que Mali y Níger, contaba con la presencia de distintas operaciones militares francesas como la Barkhane, desde 2013 en Mali y más tarde en Níger, o la Sabre activaba desde 2009, mucho antes de que el terrorismo wahabita se instalara en Burkina Faso, que operaba más como una fuerza delegada de los distintos gobiernos franceses para el control político del país que en cuestiones de seguridad.
Prácticamente al unísono los jóvenes militares instalados en Bamako, N’Djamena y Ouagadougou, decidieron la expulsión de todas las fuerzas de la vieja metrópoli y combatir al terrorismo con sus propios ejércitos con la asistencia del Grupo Wagner -mercenarios de origen ruso- para algunas cuestiones, fundamentalmente el entrenamiento de sus tropas, además de la creación de grupos paramilitares por medio del reclutamiento de unos cincuenta mil hombres para Voluntarios para la Defensa de la Patria (VDP) que pasaron a reforzar a los efectivos del ejército y el grupo de autodefensa los Koglweogos (en lengua mooré: vigías del bosque), activo ya hace varios años.
A pesar de ello poco se ha podido hacer para controlar el accionar terrorista. Según investigaciones de diferentes ONG, cerradas el pasado 27 de febrero, en Burkina Faso los ataques contra las poblaciones provocaron el desplazamiento de cerca de tres millones de personas, obligándolas a converger a zonas urbanas y semiurbanas en busca de seguridad, incrementándose los problemas de vivienda, el acceso a los servicios de salud o la falta de trabajo. Además de agravar la situación de niños que, según estudios de Naciones Unidas, una cuarta parte de todos los menores de cinco años tienen un retraso en el crecimiento como resultado del hambre a la que están sometidos.
Solo el año pasado los desplazamientos fueron alrededor de 983.000, cuando en marzo del mismo año las cifras oficiales sobrepasarían apenas los dos millones. Además hay que agregar que más de seis millones y medio de los 22 millones de habitantes del país necesitarán asistencia humanitaria este año, un treinta y cinco por ciento más que el año anterior, en el que esa ayuda alcanzó solo a un treinta seis por ciento.
En Djibo, una ciudad de la norteña provincia de Soum en la región saheliana de Burkina, con una población estimada en unas 35.000 almas y que, tras diferentes oleadas de desplazados ha superado las 300.000, el asedio terrorista, está impidiendo el acceso a los campos de cultivos, al cuidado del ganado y salir de la ciudad con sus productos a comerciar con aldeas cercanas, lo que está incrementando el riesgo de hambruna. Muchos han empezado a cultivar en los alrededores de sus casas, veredas y patios, lo que hasta el comienzo del conflicto estaba prohibido. Debido a que los terroristas han saqueado los tanques de agua que distintas ONG habían construido, así como las instalaciones de la compañía nacional de agua, destruyendo las bombas extractoras, los pobladores han empezado cavar pozos para utilizar el agua a pesar de que no es del todo potable, ya que llega fangosa y con olores fétidos.
Con alguna frecuencia desde Ouagadougou, la capital del país, llegan convoyes militares y helicópteros con insumos para paliar la situación humanitaria, que continúa siendo catastrófica. Por lo general, estos trasportes vuelven abarrotados de personas que quieren abandonar el asedio, en muchos casos dejándolo todo atrás.
También los pobladores de Djibo han denunciado que las fuerzas de seguridad encargadas de controlar el tránsito de alimentos hacia zonas donde se presume que se localizan los campamentos muyahidines, han asesinado a civiles confundiéndolos con insurgentes. Lo que de alguna manera es comprensible, dado de que en esta ciudad ha nacido uno de los primeros grupos integristas locales Ansaroul islam (Defensores del Islam) que rápidamente buscó incorporase a Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS).
Al igual que Djibo, decenas de ciudades y pueblos, particularmente en el norte de Burkina, están sitiadas, aunque Djibo, debido al tamaño de su población y el tiempo que lleva bloqueada, se convirtió en un emblema del sufrimiento que padecen los burkineses. Aunque desde hace uno dos años Burkina Faso también se ha convertido para las organizaciones terroristas en un puente hacia los países de la ribera del Golfo de Guinea, particularmente Beni y Togo. donde los asaltos, saqueos y ataques contra objetivos militares son cada vez más frecuentes.
Contra Cristo y contra Alá
El pasado domingo 25 dos ataques que prácticamente fueron simultáneos, de los que todavía las autoridades burkinesas no han podido dilucidar si han sido coordinados, se produjeron contra una iglesia católica en la aldea norteña de Essakane, en la provincia de Oudalan al noreste del país, próxima a la zona que se conoce como “tres fronteras” (Burkina, Mali y Níger) donde los grupos terroristas son sumamente activos utilizando la porosidad de las fronteras. Los atacantes, que habrían llegado en plena misa, asesinaron con ráfagas de Kaláshnikov a por lo menos 15 feligreses. El otro ataque se produjo durante el rezo de fajr (amanecer), la primera oración del día, en una mezquita de Natiaboani, un poblado de 15.000 habitantes del departamento de Fada N’Gourma, provincia de Gourma Oriental, al suroeste del país, un importante centro comercial entre productores de Burkina Faso, Benín y Togo. Desde 2018 esta región está sufriendo un incremento leve de las acciones terroristas, pero cada vez más frecuentes.
El ataque contra la mezquita habría producido una cantidad mayor de muertos de lo que se había anunciado en un principio, que eran una docena. Todas las víctimas eran, obviamente, musulmanes, mayoritariamente hombres, entre ellos un importante líder religioso de la región.
Según algunos testigos, una gran cantidad de muyahidines fuertemente armados y que se desplazaban en motos, habrían llegado en plena noche, ya que la oración de fajr comienza momentos antes del amanecer, rodearon el edificio y comenzaron la masacre.
Según algunas versiones, tras el ataque a la iglesia católica, el ejército habría localizado a los responsables y los persiguió hasta un poblado abandonado cerca de Djibo, donde consiguieron neutralizar a unos 40 insurgentes.
Durante el fin de semana pasado, además de los ataques a los templos religiosos, se produjeron combates en Pensa, Natiaboani, Kongoussi, Ouahigouya y Tankoualo, después que los terroristas hayan lanzado una operación en la que ocuparon, según la prensa, hordas de combatientes en varios ataques simultáneos contra posiciones de las Fuerzas de Defensa y Seguridad (FDS) y del VDP, que fueron asistidas con apoyo aéreo, lo que permitió que muchos terroristas fueron neutralizados y perdieran una gran cantidad de equipos.
En Kongoussi al menos 1.000 combatientes atacaron la posición temporal del 16º Batallón de Intervención Rápida, en la zona de Yalk. Además sufrió ataques el Batallón de Marcha Mixta Toessin, en el área de Ouahigouya.
En un comunicado del Grupo de Apoyo al islam y los musulmanes (Jama’at Nusrat-ul-islam wal-muslimīn, JNIM), tributario de al-Qaeda, anunciaron la toma de una base militar en Natiaboani, en la que al menos un centenar de terroristas vencieron la resistencia de militares y Voluntarios para la Defensa de la Patria (VDP), en un fin de semana particularmente sangriento.
Fuente: Rebelion.
Editado por João Carlos