En la senda del o bispo Pedro Casaldáliga
De Antônio Canuto*
Siguiendo las huellas del obispo Pedro Casaldáliga, las más profundas que dejó por donde pasó fueron la fidelidad, la indignación y la rebeldía. Y plasmó estas marcas en el libro EN REBELDE FIDELIDAD, publicado en 1983.
La Fidelidad
Pedro fue radicalmente fiel al Dios de todos los nombres, de todos los pueblos y naciones, por sobre iglesias y religiones.
Fue profundamente fiel al Hijo de ese Dios que rompió todas las barreras entre lo divino y lo humano y se convirtió en igual cualquiera de nosotros, Jesús de Nazaret. Y, entre los humanos, rompió las barreras de la nación, de la Ley y del Templo y por eso, como a un rebelde y malhechor cualquiera, lo mataron y lo clavaron en una Cruz.
Fue fiel a las comunidades de los seguidores de Jesús que lo mantuvieron vivo en su Evangelio, en sus gestos, en sus palabras y actitudes. El Jesús al que Pedro fue fiel es el Jesús como nos lo presentan los Evangelios, sin interpretaciones o tergiversaciones que vacíen la fuerza de su testimonio.
Fidelidad que mantuvo a lo largo de su vida y que fue puesta a prueba por la prolongada enfermedad que le tulló los movimientos y la palabra, soportándolo todo sin quejarse jamás.
Esta fidelidad al Dios de todos los nombres y a Jesús de Nazaret le encendían la indignación.
Indignación
Indignación por ver profanada, en la vida de los niños, jóvenes, mujeres y ancianos, la imagen de Dios que cada uno carga.
Indignación por ver que algunos se arrogaban la propiedad de la tierra y sus bienes y quitaban a pueblos originarios las tierras que secularmente ocupaban y expulsaban a las familias que hacía décadas cultivaban el suelo para alimentar a sus familias.
Indignación por ver trabajadores brutalmente explotados, sometidos a condiciones similares al trabajo esclavo, sin respetarles un mínimo de dignidad.
Indignación por ver a la sociedad inmersa en una desigualdad enfermiza que acepta como normal la acumulación de bienes en manos de unos pocos y la falta de lo mínimo necesario para la gran mayoría. Que acepta como normal que el hombre sea señor y superior a la mujer, que los pueblos originarios y los negros sean tratados como personas de segunda categoría.
La indignación de Pedro también brotaba frente a la iglesia que, a diferencia de la simplicidad de las primeras comunidades, apostaba a la ostentación, que en vez de cimentarse sobre la radical igualdad de todos nacida del bautismo, aceptaba poder y privilegios para algunos, negados a los demás.
La Rebeldía
Esta indignación, en Pedro se convertía en rebeldía.
Rebeldía que se tradujo em denuncias públicas: denunció, incluso antes de ser obispo, la ESCLAVITUD Y EL FEUDALISMO EN EL NORTE DE MATO GROSSO. Un grito frente a la explotación del trabajo esclavo.
Su grito más potente fue el día de su ordenación como obispo: UNA IGLESIA DE LA AMAZONIA EN CONFLICTO CON EL LATIFUNDIO Y LA MARGINALIZACIÓN SOCIAL, fue el título de su carta pastoral, la cual resonó en Brasil y en el mundo. Abordaba la situación social del pueblo de la región y denunciaba los promotores de las injusticias, no se restringía a temas eclesiásticos.
Rebeldía que se transformaba en poesía con el fuerte sabor de la profecía. En los poemas, las palabras irrumpían como torrentes que reflejaban con arte las amarguras de la vida de los pobres y olvidados.
Los pueblos originarios y los negros merecieron una atención particular. La palabra poético-profética de Pedro evidenció, a los ojos de la iglesia y de la sociedad, el triste sino de los pueblos originarios en la Misa de la Tierra sin Males y el de los negros en la Misa de los Quilombos.
Rebeldía que no se limitaba a las palabras. Se materializó en estilo de vida y de comportamiento. No se tranquilizó hasta no irse a vivir a una casa simple, igual a las otras, con las puertas abiertas a todos los que a ella quisieran entrar. En el trato personal, quería que lo trataran simplemente como Pedro, sin adjetivos o agregados.
Rebeldía concretada en el Santuario de los Mártires, dedicado a aquellas y aquellos que lucharon defendiendo la justicia y la vida, independientemente de sus creencias.
Procalmó a los cuatro ventos su rebeldía con relación a la Iglesia el día de su ordenación, rechazando los adornos que lo diferenciaran o apartaran del pueblo al cual había venido a servir. Un sombrero de paja sustituyó la mitra; un remo, el báculo; el anillo de coco tucum, el anillo muchas veces valioso que los obispos suelen usar. Todo estampado en el recuerdo entregado en la ocasión.
“Tu mitra será un sombrero de paja del sertón, el sol y la luz de la luna; la lluvia y el sereno; la mirada de los pobres con quienes caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor.
Tu báculo será la verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti.
Tu anillo será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Libertador y la fidelidad al pueblo de esta tierra.
No tendrás otro escudo sino la fuerza de la Esperanza y la libertad de los hijos de Dios ni usarás otros guantes sino el servicio del Amor”.
Junto a todo su equipo pastoral, inauguro una iglesia que rechazaba todas las formas de poder, apostaba al servicio al pueblo. Se reflejaba en una vida simple y austera, en una mirada inquieta sobre el sufrimiento del pueblo y en la escucha constante de lo que el Señor decía a través de los pobres. El obispo no era quien ordenaba lo que se debía hacer, todo se discutía entre todos: curas, religiosas, legos y legas. Las decisiones eran compartidas por todos. Era una iglesia que quería ser fiel al Evangelio, aplicando lo que el Concilio Vaticano II y las Conferencias de los Obispos latinoamericanos de Medellín habían indicado.
La coherencia entre la palabra y la vida en Pedro hizo que su figura trascendiera en mucho a la Prelatura de São Félix do Araguaia e incluso a la propia Iglesia. Prueba de ello es la repercusión de su muerte entre cristianos de diferentes denominaciones, creyentes de otras religiones, ateos, movimientos sociales, personas del mundo académico y de la política.
Dejó un gran legado que es necesario preservar y cultivar.
* El autor del artículo, Antonio Canuto, llegó a la región de Araguaia en 1971, como cura, incorporado al equipo pastoral de la Prelatura de São Félix do Araguaia, coordinada por Pedro Casaldáliga. Canuto vivió mpas de dos décadas en la región de la Prelatura, compartiendo momentos al lado de Pedro, juntos y en compañía de Don Tomás Balduino, ayudaron a fundar la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) Membro histórico de la CPT, Canuto actuó como coordinador nacional, secretario de la Coordinación Nacional y en el Sector de Comunicación.
**Traducción: Rodrigo Valdés Ferreyra.